Aunque parezca extraño, a veces carecer de un desarrollo tecnológico suficiente puede resultar un alivio. Es lo que le pasó a nuestra civilización cuando llegaron a la Tierra las eyecciones de la tormenta solar de 1859, la más fuerte jamás registrada.
De haberse producido hoy en día habría originado graves problemas en las comunicaciones al dañar los satélites, interrumpir las emisiones de radio y provocar apagones de la red eléctrica; en cambio, en aquel año la electricidad todavía no se usaba en iluminación y el único sistema de comunicación a distancia era el telégrafo, que de todas formas recibió pocos daños al estar dando aún sus primeros pasos.
Una tormenta solar es una perturbación que se produce temporalmente en la magnetosfera terrestre, la capa exterior que se forma por la interacción entre el magnetismo del planeta y el viento solar (una corriente de protones, electrones y partículas alfa emanadas del Sol gracias a la energía cinética y las altas temperaturas de su corona o atmósfera y que en su trayecto da lugar a una especie de gran burbuja que envuelve el Sistema Solar).
Dicha perturbación puede deberse a varias razones: el choque de una onda de viento solar causado por una CME (eyección de masa coronal, onda que combina partículas de viento solar y radiación electromagnética), una llamarada solar, una corriente de viento solar de alta velocidad…
Fuente a través de La brutal tormenta solar de 1859 que estropeó el telégrafo y permitió ver auroras boreales desde el trópico
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