Rayas y puntos en el cielo

 En los Estados Unidos, allá por 1912, ya le habían estado dando vueltas al tema del “telégrafo óptico para aeroplanos”, aunque la idea original no era nueva y hundía sus raíces incluso en las añejas señales de humo.

Al comienzo de la Primera Guerra Mundial se retomó la cuestión, sobre todo por los franceses, buscando un método para comunicar mensajes desde aviones hasta el mando militar en tierra.

La cosa no era sencilla, se pensó en telegrafía sin hilos, pero había que desarrollar aparatos móviles fiables y todavía había que esperar un poco para su uso efectivo en vuelo. Se utilizaron también palomas mensajeras soltadas en vuelo, e incluso artilugios como el aerotubo de Fugairon3, de 1914 que aparece en la siguiente imagen.

Este invento tiene apariencia compleja, pero era de una sencillez asombrosa. Para enviar mensajes a tierra desde una aeroplano en vuelo, se guardaba el papelillo en un contenedor bajo cifrado y se embutía en un mini-torpedo que se dejaba caer.

Al tener un diseño que contaba con una masa de plomo en su frontal, el chisme caía casi en vertical. Una vez clavado en el suelo, se activaba una bengala de forma automática para localizarlo.

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